La última vez que vi actuar a Miguel Vargas Jiménez fue en el verano del 1993. Poco importaba que su voz ya no fuera el portento que había sido años antes, pues la atracción de este artista singular radicaba en algo innato e intangible: la pura fuerza de su personalidad artística. Lograba comunicar a través de un torrente de compás y el impresionante magnetismo de su serena y elegante presencia que, a veces, parecía burlarse de los que tomamos la vida tan en serio. La descripción de Manuel Peña Narváez del semblante artístico de Bambino como “armonía en puro ambiente de locura” es perfecta. Miguel lograba una tensión entre el cuadro y los espectadores, un torbellino de ritmo y emoción que construía meticulosamente en cada canción y luego mantenía y controlaba con dominio absoluto hasta extremos casi insoportables, dejando a todos los presentes agotados. Muchos tachan a Bambino de simple rumbero, pero tal definición no corresponde en absoluto a la realidad.

¿De dónde surgió esa forma tan personal de entender el flamenco festero? Con nombrar el lugar de su nacimiento se explica mucho: Utrera, ese pueblo que sabe expresar desde las alegrías más superficiales hasta las penas más profundas mediante la bulería, a la que da un giro especial e inconfundible. Y así lo demuestran todos los genios del cante grande que han salido de este pueblo eminentemente cantaor. Desde el Perrate hasta Fernanda y Bernarda, todos han sabido sacar máximo provecho de la bulería elevándola a un nivel superior.

Miguel nació el 12 de febrero de 1940, en la dura posguerra española. Pasó su adolescencia trabajando en la barbería de su padre y entrenando para futbolista. Sus padres eran Manuel Vargas Torres ‘Chamona’ y Francisca Jiménez Ramírez “Frasquita”, cantaora y bailaora, hermana de otro tesoro cantaor de esta tierra fértil: Manuel de Angustias. Su hermano mayor era Diego Chamona, cantaor y genial festero. Los elementos estaban a su alcance y, desde muy joven, el que más adelante tomaría el apodo de ‘Bambino’, ya deleitaba a familiares y amigos en las reuniones informales.

El ascenso a los escenarios no tardaría en llegar. Ya en una de las primeras ediciones del Potaje Gitano de Utrera, Miguel interpretó la canciónbambino_pie ‘Bambino Piccolino’ que dio lugar a su nombre artístico. Poco después, le vio actuar el torero Gitanillo de Triana, que le llevó en 1961 a su tablao de la Real Venta de Antequera y, posteriormente, a Madrid al tablao de su suegra Pastora Imperio, El Duende. En Utrera se dice que Gitanillo de Triana fue, en gran medida, responsable de la fórmula que tanto éxito le dio a Bambino… pero todo apunta a que la personalidad del artista fue creación propia. Su forma de jugar con las canciones por bulería y por rumba, así como su manera de alargar los tercios en los momentos más dramáticos mientras paseaba por el escenario como un rey benévolo contemplando sus súbditos, fue copiado en todos los tablaos de Madrid, haciendo la competencia a la marchosa rumba catalana del Pescaílla que hasta entonces había dominado.

Con esa baza, Bambino se convirtió en ‘superestrella’ y su fama cruzó fronteras. El periodista Antonio Torres comenta que “se quedó corto en sus relatos en todo lo que tuviera de opulencia, lujo, prodigalidad y popularidad entre todos los estamentos sociales y económicos de la Villa y Corte”. La dictadura de la época miró con buenos ojos al joven artista e hizo caso omiso a algunos de sus excesos. Madrid se rendía a sus pies. Y Salvador Távora, entre otros, le escribía canciones. También se apoderaba de los grandes éxitos de otros -los boleros de Machín y Gardel, rancheras o canciones de las grandes tonadilleras- y los devolvía al público aflamencado y acompasado. En otra época y con otra suerte hubiera sido el festero de turno, pero los años sesenta pedían un tipo de marcha que Miguel sabía entregar. No obstante, el secreto mejor guardado de los vecinos de Utrera era que Bambino se volcaba en las fiestas de amigos igual que delante del público. Y en el pueblo todavía se comenta la sencillez que nunca perdía a pesar de su fama. Siempre era el centro de atención en las reuniones, donde también demostraba ser un bailaor elegante que puntualizaba sus canciones con movimientos y pellizcos originales.
El Rey de la Rumba

El propio público coronó a Bambino como el ‘Rey de la rumba’ y su desorbitado éxito contribuyó a abrir la puerta a grupos posteriores como Los Chunguitos, Los Chichos o Las Grecas. Pero su fama jugó un papel decisivo, no sólo en la popularización de la rumba, sino también de la bulería como una forma que admitía toda clase de canciones además de los estilos tradicionales. Algunas de las canciones por bulerías que más se identifican con Fernanda y Bernarda de Utrera, fueron primero adaptadas al flamenco por Bambino.

Comprendía la importancia de arroparse con buenos artistas que le apoyaran y le comprendieran. La lista de tocaores que pasaron por su grupo está integrada por la elite de la época precamarón: Paco Cepero, Paco de Antequera, Juan Maya ‘Marote’, Habichuela, Paco del Gastor, Manolo Domínguez ‘El Rubio’ y un adolescente Paco de Lucía. Menos conocidos, pero también grandes profesionales, son los hermanos Pepe y Ramón Priego de Utrera que fueron decisivos en el desarrollo de las sorprendentes contestaciones de guitarra y voces que caracterizaban el sello Bambino. También llevaba percusionistas y palmeros de primera categoría, en total, un cuadro fijo de ocho o diez personas. Y todos pendientes de cada giro de las melodías en una perfecta compenetración que era la esencia del espectáculo llamado Bambino.
Su música marcó una época y muchos de los que la hemos vivido guardamos canciones suyas en algún rincón del recuerdo: ‘La pared’, ‘La última noche’, ‘Adoro’, ‘Bebí de tus labios’, su flamenquísima versión por bulería de ‘Encuentro’ (Me tropecé contigo en primavera…), o su inolvidable manera de volver loco al público con ‘El poeta lloró’, cuyo recuerdo todavía eriza las fiestas utreranas mediante la interpretación de algún que otro fiel admirador.

Cuando Miguel nos abandonó el día cinco de mayo del 1999, pocos días después de haber asistido, en contra de los consejos de sus médicos, al homenaje que le había ofrecido su querido pueblo natal, dejó quinientos temas grabados y un mundo sensiblemente empobrecido.

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Antonio Torres dibuja una imagen conmovedora de los últimos años de Bambino cuando habitaba en una humilde casa en Utrera: “Vivía con la dignidad y el señorío de un rey destronado en el exilio. Lo que más le gustaba era levantarse tarde, sobre las diez o las once y, un rato después de tomarse el café, desayunarse unas rabanitas con tinto en el patio de su casa, él sólo y muy tranquilo consigo mismo y sus recuerdos”.

Estela Zatania.


estelazatania Estela Zatania empezó su carrera como cantaora con el legendario José Greco, y 39 años después abandona los escenarios para dedicarse a la investigación. Es becaria de la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía, y Premio Nacional al Periodismo Flamenco “Ciudad de La Unión”. Su libro “Flamencos de Gañanía” publicado en 2007 fue elegido el mejor libro de flamenco del año por los lectores de la revista electrónica Deflamenco.

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